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Mostrando entradas de enero 31, 2016

CONSTANCIA

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Hola! Hoy les traigo un poco mas de observaciones que como escritor aficionado me han resultado relevantes. Últimamente como habrán notado, no he escrito mucho en redes sociales, o publicado actualizaciones en el blog, la razón bien pudiera ser el típico bloqueo, que se puede combatir de varias formas, comúnmente estas tienen que ver con cambiar de aires, despejar la mente y demás, ¡y funcionan! En cuanto a la constancia, es un elemento clave para mantener un blog, pero mi propósito, no es hacerlo crecer a propósito, este es un espacio personal, bueno, para la gente que lo visite y para mí, de modo que en efecto, no es mi obligación principal escribir seguido, y eso es bueno, me refiero a que cuando uno realiza un trabajo, es mucho mejor, realizarlo con gusto y dedicación, mas que por trabajo. Si yo escribiera, sin querer escribir, es probable que mis textos fueran simples relatos poco llamativos, y, malos en realidad, así que, bueno, eso es principalmente lo que trato en este

LOS DESESPERANTES DUENDECILLOS (HOJA 3)

Sin embargo, fue el tiempo suficiente para que el mago escondiera aquellos secretos que su libro albergaba en sus amarillentas páginas, en un lugar secreto y seguro. No pasaron más de diez minutos, cuando los dos duendes, abrieron de nuevo los ojos con más adrenalina que nunca, y, a pesar que el viejo les había dejado fuera, a unas dos cuadras de su casa, encontraron el camino de vuelta y se fugaron a la choza del mago, para hacerle la vida insufrible a un solo individuo. Era su nueva y permanente víctima, en la casa del mago, por alguna extraña razón, ellos se sentían como en casa, y por más veces que les corriera a escobazos y durmiera con poco efectivos embrujos, parecían tener una extraña afición por aquel hombre. Cada día rompían tazas, mascaban carne y patatas con la boca abierta, insultaban y regañaban al mago, así como, le contaban sus anécdotas en el bosque, hartando más y más su paciencia, hasta el punto en que el agua hirvió. Sin más que derramar, ni lágrimas, n

LOS DESESPERANTES DUENDECILLOS (HOJA 2)

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Al mismo tiempo, ambos corrían y jugaban con las preciadas mercancías de los comerciantes, burlándose de éstos y carcajeándose a cada inútil intento que el carnicero hacía por atraparlos. -¡Ay Dios! Los demonios han venido de visita, ¿Qué hemos hecho nosotros para merecer toda ésta locura? –Decía una mujer que se hallaba comprando un collar justo unos momentos antes. -Dios nos libre que se nos peguen, yo me largo de una buena vez –Dijo un joven robusto de ojos oscuros, huyendo rápidamente del lugar. Las dos criaturas, sintieron curiosidad por aquel chico, y buscando un nuevo juguete lo corretearon bombardeándole de sus historias en el prado; la vez que habían destruido el cuerno de un pobre unicornio, cuando habían jugado una asquerosa competencia de eructos después de robar a un viejo una caja con sodas al cruzar el arroyo, o la aventura que se habían echado aquel día que Comenzaron a treparse en sus piernas y hombros, cuando éste empezó a acelerar, luego tropezó justo

LOS DESESPERANTES DUENDECILLOS

LOS DESESPERANTES DUENDECILLOS -BY LETRADO. Había una vez dos duendecillos que vivían en las lejanas tierras de San Stefan, provenientes de un prado encantado, donde habitaban además de ellos: dragoncillos de tres cabezas, lindos renacuajos resplandecientes, brillantes ranas relámpago y unicornios tan blancos como las estrellas. Sus nombres, eran Timo y Cleo, y estaban destinados a  morir al igual que la mayoría de aquellas criaturas conforme el tiempo arrasara con la magia de aquel prado encantado. Un día, mientras Cleo recolectaba florecillas bajo un árbol, y Timo perseguía renacuajos en el estanque haciéndoles pasar un muy mal rato, una mujer joven y de cabello rizado, caminó por el sendero hacia la ciudad, capturando la atención del curioso duendecillo. Timo corrió tras ella y comenzó a atestarle de nalgadas y corretizas, tratando de encontrar alguien con quien entretenerse, la siguió un rato, haciéndole preguntas molestas hasta colmar su paciencia, la chica, inten

LOS DESESPERANTES DUENDECILLOS (HOJA 4)

Muerto de tristeza, calló en depresión, sobreviviendo por puro milagro a enfermedades y malestares durante veinte largos años. Cuando una mañana de Diciembre, cuando el frío y el final anunciaban el fin del sendero para el hombre, dos figuras llegaron en el umbral, de estatura mediana, con orejas puntiagudas y grandes ojos verdosos, las caras arrugadas como siempre habían lucido, y el semblante distinto a la última vez que las había visto. Timo y Cleo estaban frente a él, y, sujetando un grueso libro en sus manos, hablaban a su amo: -Esto es para usted buen hombre –Dijo Timo con una voz varonil y serena, mientras Cleo ofrecía una copia casi exacta al viejo con una leve sonrisa en su rostro. Su corazón estaba más feliz que el de una recién casada, más no por el libro al que había superado ya hacía mucho, sino por ver de nuevo esos alocados y divertidísimos rostros de duende. -¿Pero qué ha pasado con ustedes mis simpáticas criaturas? –Dijo el hechicero examinándolos.